La estanquera de Vallecas, de José Luis Alonso de Santos

La estanquera de Vallecas, de Jose Luis Alonso de Santos1. Breve biografía del autor.
José Luis Alonso de Santos nació en Valladolid en 1942. En 1959 se traslada a Madrid y se licencia en Filosofía y Letras y Ciencias de la Información. Será discípulo de William Layton en el Teatro Estudio de Madrid y cursará estudios de interpretación y dirección en la Escuela Oficial de Cinematografía, hoy ya desaparecida y en la que, posteriormente, será profesor. Además, ejercerá la docencia en la Universidad Complutense de Madrid en los años 70. Su primera obra será ¡Viva el Duque nuestro dueño! (1975) que se estrena en el Teatro de Magallanes con un grupo teatral que él mismo dirige. En el año 1977 recibe el premio Ciudad de Valladolid y el del Certamen de Teatro de Segovia a la mejor dirección. Su obra La estanquera de Vallecas (1981) recibe el premio Gayo Vallecano. Bajarse al moro (1985) -su obra más conocida- fue galardonada con el premio Tirso de Molina y llevada al cine. Otras obras del autor son: Del laberinto al 30 (1979), El álbum familiar (1980), La verdadera historia de la Princesa y el Dragón (1980) y Fuera de quicio (1985).
2. Contexto literario de la obra.
Tras la Guerra Civil, las tablas españolas se llenaron de obras insípidas al servicio del Régimen; en ellas abunda el chiste fácil y los argumentos simplones. Con la muerte del dictador, parece producirse en España un renacimiento de las letras motivado por la libertad de expresión. Muy lejos queda ya el teatro complaciente de Jacinto Benavente y Alejandro Torrado. La obra que nos ocupa rompe completamente con la tradición conservadora anterior y habla sin pudor de temas que hasta ahora habían sido tabú.
3. Comentario de la obra.
La estanquera de Vallecas es una obra sencilla que no hace uso de complicados juegos de tramoyas, ni de rebuscados efectos dramáticos con los que cautivar al espectador. La acción discurre en un barrio obrero de Madrid: dos atracadores asaltan un estanco regentado por una anciana acompañada de su nieta. Al igual que veíamos en Bajarse al moro, al autor le gusta mostrar el ambiente marginal y de delincuencia menor en el que están sumidos sus protagonistas, ambiente que queda reforzado por el lenguaje que emplean los personajes y que refleja notable sencillez pues los parlamentos están plagados de voces coloquiales y giros sintácticos propios de las clases populares y que, como se ha dicho, pretende establecer un nexo de complicidad con los espectadores creando un frente común ante lo que sucede en la escena.
Los personajes de la obra están tratados por el autor con sumo cuidado y mimo. Los atracadores, que a priori para el espectador pueden presentarse como personajes negativos, no constituyen peligro alguno para los secuestrados, es más, son capaces de trabar amistad e incluso enamorarse, quizá por encontrarse casi en la misma penosa situación. Ellos, dos personajes atrapados por el determinismo que les impone un entorno opresor encuentran, a modo de compañeros con conciencia -casi pudiéramos decir que gremial- la comprensión y el apoyo de los personajes femeninos. Es muy relevante la escena en la que juegan todos a las cartas mientras la policía acecha en el exterior y la estanquera les gana y se queda con su dinero. Por el contrario, la autoridad en general está considerada como enemiga de la sociedad obrera, probablemente debido a la ominosa etapa de la que acababa de salir el país, una España que comenzaba su andadura hacia la libertad con pasos inciertos entre innumerables peligros. Resultan muy chocantes las amenazas que profiere el policía a la estanquera al término de la obra de teatro pues son de una dureza difícilmente comprensible y acentúan la visión de ruptura social que José Luis Alonso de Santos quiere reflejar en La estanquera de Vallecas. El propio autor ha dicho que no puede escribir un teatro destinado a la burguesía acomodada, por el contrario, prefiere escribir sobre ‘personajes que se levantan cada día -en un mundo que no les pertenece buscando una razón para aguantar un poco más, sabiendo que hay que aferrarse a uno de los pocos troncos que hay en el mar, los barcos son de los otros- [eso] si te deja el que está agarrado antes, porque ¡Ay! ya no hay troncos libres’.
La acotación que el autor ha incluido en la obra casi posee tintes cinematográficos (no olvidemos que tanto Bajarse al moro como la obra que ahora nos ocupa han sido llevadas al cine) y detallan efectos visuales que no se pueden representar en un teatro, como por ejemplo el brillo en los ojos de los atracadores; otras por el contrario, no pasan de ser meras cuantificaciones de tono o de consideración de la acción dramática que para la propia representación son totalmente intrascendentes y parecen estar dirigidas más a los posibles lectores de la obra que al espectador.
La estanquera de Vallecas es una de las obras más importantes del último tercio del siglo XX, refleja una situación social real y una marginalidad impuesta por las clases pudientes que oprimían a las clases obreras.

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